La volatilidad traerá ventajas para quienes construyan una cartera que permita obtener mayores ganancias que pérdidas en dicha coyuntura.
Cuando los precios de las acciones caen, se mejoran las expectativas de rendimiento y disminuyen los riesgos, lo cual beneficia la reinversión; además, los planes de recompra en empresas donde tenemos participación se vuelven más eficientes, favoreciendo el rendimiento a largo plazo. En cambio, cuando los precios aumentan, el valor de nuestra cartera crece pero las perspectivas de rendimiento disminuyen y el riesgo se incrementa.
El inversor paciente y con una visión a largo plazo abraza la volatilidad y aprovecha las imperfecciones en la fijación de precios; esto no representa un riesgo para él.
Cuando el péndulo gira en sentido al pesimismo y todo se ve oscuro, se requiere de un buen análisis y perspectiva para conseguir resultados superiores con menores riegos.
El mercado de acciones oscila como un péndulo, desde el optimismo ciego que impulsa los precios hacia la sobrevaloración hasta la incertidumbre, en donde las cotizaciones ofrecen oportunidades. Ser capaz de aprovechar estas coyunturas nos permitirá adquirir a precios justos, incluso con descuentos; o vender razonablemente.
Estimar en que parte del ciclo nos encontramos y tomar acciones en función a esto podría mejorar nuestros rendimientos, pero sobre todo proteger nuestro patrimonio.
Creer que podemos anticipar que harán los mercados o la economía en el corto plazo es una especulación de pocas probabilidades de éxito. Sin embargo, sí podemos estimar en qué etapa del ciclo nos encontramos, para determinar si las cotizaciones representan oportunidades o riesgos a mediano plazo. Comprender en qué fase del ciclo estamos nos permitirá tomar medidas para proteger nuestro patrimonio cuando haya sobrevaloraciones y riesgos, así como aprovechar oportunidades cuando los inversores estén temerosos y ofrezcan precios razonables o descuentos.
En el corto plazo las cotizaciones de las acciones variarán aleatoriamente; a largo plazo el desarrollo de el negocio subyacente se impondrá.
Las cotizaciones del corto plazo están a merced del azar, recordándonos la analogía que hace Ralph Wanger de un individuo que va de un punto a otro a paso constante, llevando a un perro bastante inquieto atado a una larga cuerda; nno seremos capaces de anticipar qué hará el perro mientras se mueve en cualquier dirección, mientras que los movimientos del individuo serán más previsibles..
A largo plazo, la evolución de los beneficios dictarán el futuro de las cotizaciones.
No olvidemos que tanto inversores como los especuladores participamos en el mismo mercado y estos últimos influyen en la fijación de precios, principalmente en el corto plazo.
Los objetivos y el horizonte de inversión cambian de un inversor a otro, pero todos participamos en el mismo mercado y todos contribuimos en la formación de precios. Incluso aquellos que especulan operan en el mismo terreno donde nos encontramos los inversores.
Tomemos esto en cuenta al analizar las razones detrás de alguna cotización.
Muchos inversores conocen técnicamente sobre la volatilidad de los mercados de acciones; Pero solo al experimentarlo se tropezarán con las consecuencias emocionales.
El resultado de nuestras travesías a través del mundo de las inversiones es mucho más que una simple operación matemática, implica un componente neuroquímico y emocional significativo que afecta nuestras sensaciones corporales. Únicamente al experimentarlo podremos comprender completamente esta vivencia.
La volatilidad es el costo emocional que pagamos por invertir.
Las ganancias o pérdidas (no-realizdas) de corto plazo suelen ser impostores, solo a largo plazo cosecharemos resultados.
El exitoso inversor Warren Buffet ha mencionado que “los juegos son ganados por los jugadores que se centran en el campo de juego, no por aquellos cuyos ojos están pegados al marcador”.
El enfoque principal de todo inversionista es centrarnos en los aspectos fundamentales y el funcionamiento de las empresas en las que tenemos participación. De manera similar, un granjero se preocupa por el invierno de la temporada, fertilizar sus cultivos y prepararse para la cosecha, más que preocuparse por vender sus tierras a diario.
Comprar un activo en su momento más popular suele ser terminar con pérdidas irrecuperables.
Es frecuente que ciertos activos financieros experimenten momentos de altísima demanda entre los inversores, lo cual suele estar relacionado con un cambio o una nueva situación. Esta notoriedad atrae a compradores hasta el punto en que el valor del activo se desvincula de sus fundamentos subyacentes; miles o incluso millones de compradores solo tienen en cuenta su aumento de precio y, contagiados por la codicia y el temor a perderse algo (FOMO) creando un esquema de precios similar al sistema Ponzi, en el cual los recién llegados impulsan y elevan el precio hasta que disminuye la cantidad de interesados y los poseedores no pueden encontrar a otros especuladores dispuestos a pagar más, recordándonos así la teoría del más tonto.
La narrativa es una de las fuerzas más poderosas sobre la economía.
Qué nos decimos afecta nuestra conducta, los ciclos de retroalimentación de información influyen en las fluctuaciones del mercado (tanto al alza como a la baja) y se propagan de manera similar a la expansión de un virus, el cual se transmite boca a boca. Actualmente, este proceso está potenciado por la Web 2.0 y las videollamadas, reemplazando así las charlas informales después de una comida entre amigos.
Cierro estas reflexiones, compartiendo la parábola del Sr. Mercado por Benjamin Graham:
Imagine que usted es propietario de una pequeña participación en una empresa no cotizada que le cuesta 1.000 dólares. Uno de sus socios, llamado Sr. Mercado, es muy atento.
Todos los días le dice lo que considera que vale su participación, y adicionalmente se ofrece a comprar su participación o a venderle una participación adicional con arreglo a esa valoración. En ocasiones su idea de valor parece razonable y justificada atendiendo a los acontecimientos empresariales y a las perspectivas que usted conoce. Frecuentemente, por otra parte, el Sr. Mercado se deja llevar por su entusiasmo o por sus temores, y el valor que le propone parece rayano en el absurdo.
Si fuese usted un inversor prudente o un empresario sensato, ¿permitiría que la comunicación diaria del Sr. Mercado determinase su concepción del valor con respecto a su participación de 1.000 dólares en la empresa? Únicamente lo consentiría en el caso de que estuviese de acuerdo con él, o en el caso de que quisiese hacer una operación con él. Es posible que esté usted encantado de venderle su participación cuando le ofrezca un precio ridículamente elevado, y que esté igualmente encantado de comprar una participación adicional cuando el precio ofrecido sea bajo. Sin embargo, el resto del tiempo actuaría de una forma más sensata si se formase su propia idea del valor de su cartera, atendiendo a los informes detallados de la empresa acerca de sus operaciones y su situación financiera.