De manera natural tendemos a sobrerreaccionar ante las pérdidas, el castigo emocional que nos causa extraviar $1.000 es superior al placer de encontrarlos sorpresivamente en nuestra cuenta bancaria. Esto se acentúa con aquello que casi fue nuestro, por ejemplo, en las máquinas tragamonedas: dos cerezas y !casi una mas¡, sentimos que algo nos fue robado cuando incorporamos el ingrediente de éxitos aleatorios. Tendemos a imaginarnos hipótesis para justificarlos, cayendo así en la falacia del jugador y más peligroso aún al combinar con el sesgo de los costes hundidos.
Estos sesgos suele ser catastróficos en la toma de decisiones de la gestión patrimonial, muy característico de quienes juegan a especular en los mercados bursátiles.
Quienes especulan en el mercado (trading, criptomonedas, forex y afines), se tropiezan con todas estas variables, en donde alcanzan algunos aciertos de azar, combinados con otros casi aciertos y por supuestos pérdidas. Este tipo de operaciones especulativas no ofrecen un adecuado margen de seguridad; incluso pueden ser adictivas. Quizás las pérdidas no superan la velocidad de dejar dinero en Las Vegas, la tendencia de un mercado que lleva más de 100 años de crecimiento ofrece una probabilidad estadística favorable. Aun así, dejando mucho dinero en el camino; es por esto que este tipo de operaciones especulativas no superan simplemente a comprar y mantener el índice Standard & Poor’s 500.
Nuestra mente y emociones nos sabotean y en oportunidades juegan en nuestra contra. Por ejemplo, es mucho más perjudicial para nuestro ego la falta de participación en donde todos están ganando, que perder en este tipo de inversiones — esa envidia de que otros que no son más inteligentes que nosotros están ganando dinero, mientras nosotros los observamos —. Esto puede causarnos incluso ansiedad y estrés, ese miedo a perdernos de algo o el síndrome de FOMO. A esto se le suma el Social Proof, una tendencia a comportarnos como la mayoría, Warren Buffett le llama el efecto lemmings.
Muchos otros sesgos mentales sabotean nuestra toma de decisiones, como la memoria selectiva — solemos recordar nuestros aciertos pero no nuestros fracasos y mucho menos la compensación real de resultados — . Sobreestimamos nuestras capacidades, La arrogancia por nuestros golpes de suertes afectan negativamente las elecciones futuras. Es perjudicial para el aprendizaje alcanzar resultados positivos de elecciones erradas.
